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Antes de ir al grano, me gustaría especular un poco sobre el tema de nuestra experiencia. Cuanto más experiencia tengo, menos información necesito para tomar una decisión en una situación determinada. Por ejemplo, tomemos a un conductor experimentado que conduce un automóvil bajo una lluvia intensa. La visibilidad es prácticamente nula, pero sigue conduciendo, centrándose únicamente en las líneas discontinuas y en las paradas de los coches que le preceden. El conductor ha llegado a su destino: se ha logrado el objetivo. O tomemos otra situación: un empleado en la oficina, al ver el estado de ánimo del jefe, se da cuenta de que es mejor contactarlo con su solicitud la próxima vez. Al día siguiente, su jefe está de buen humor, el empleado decide acudir a él con su petición y recibe una respuesta positiva: el objetivo se ha logrado. Pero si tan solo todo en la vida fuera tan simple e inequívoco. Por ejemplo, un trabajador de una oficina no puede medir el estado de ánimo de su jefe y en lugar de ir a averiguarlo, decide esperar un mejor momento y finalmente pierde la oportunidad de resolver su problema. Y el conductor del coche decidió cambiar de carril y dirigió toda su atención al espejo retrovisor, creyendo que el coche de delante seguiría moviéndose a la misma velocidad, pero frenó en el hueco y hubo accidente. En mi desarrollo me apoyo cada vez más en mi experiencia, descuidando el contacto, entiendo que esto no es necesario y es una pérdida de tiempo. Poco a poco, me baso sólo en mis suposiciones y con ellas reemplazo la verificación de la realidad. Esta es una trampa de mi experiencia, en la que pago con los problemas de la vida que me suceden. Mi percepción se convierte en una proyección de mi experiencia de vida sobre los acontecimientos venideros. De esta forma se forma un mecanismo de interrupción del contacto con la realidad, denominado “Proyección”. Como ya no es necesario comprobar la realidad, doy a esta realidad mis experiencias, en los demás empiezo a verme, los demás se convierten en mis proyecciones. Juzgo la realidad que me rodea por mí mismo; si yo estoy frío y triste, entonces los demás deberían estar fríos y tristes. El desarrollo de tal "experiencia" hace que la persona se retraiga en sí misma y limite su comportamiento. Las relaciones con una persona así son traumáticas, lo que lo lleva aún más a la soledad. La salida a esto es muy sencilla. No deberías ahorrar tanto tiempo. Vale la pena permitirse esperar un poco mientras se toma una decisión y cuestionar la realidad. Pero antes de cuestionar la realidad, vale la pena establecer contacto con uno mismo, pero ¿cómo puedo hacerlo si estoy acostumbrado a proyectar mis sentimientos en los demás? La respuesta es simple: hazte cargo de tus sentimientos, di “yo” y no “ella o tú”. Cambiar este hábito llevará más de un mes y no será fácil, pero es importante. Sin tales cambios, permaneceré atrapado en mi experiencia. Y si a esto le sumas la práctica de observar tu respiración y llevar un diario de sentimientos, entonces el éxito no está lejos, lo principal es no cansarte de elogiarte por cada paso que das en el camino de conquistarte a ti mismo y encontrarte. tu verdadero yo!