I'm not a robot

CAPTCHA

Privacy - Terms

reCAPTCHA v4
Link



















Original text

Se hace frío, mucho frío cuando el malentendido te persigue. No lo entiendes y él no te entiende. Ni usted ni él quieren tener en cuenta el uno al otro. El equilibrio se rompe, la relación se inclina. ¡El barco está amenazado! Y este barco, o se tumbará de costado y se hundirá, habiendo tragado agua, o podrá enderezarse y seguir navegando. ¿De dónde viene este malentendido? Aquí hay una persona que te dice algo, no, grita, intenta alcanzarte, transmitirte su dolor, mostrarte sus heridas y te pide ayuda, pero no lo escuchas, porque tú mismo estás gritando y suplicándole ayuda, por misericordia, pero no puedes rogar, pero eres exigente. Sí, lo más probable es que así sea: lo exiges. Porque suelen rezar en silencio, casi de forma inaudible o en completo silencio. Y en este grito mutuo, lo principal es gritar el tuyo, y no escuchar el grito del otro, lo principal es gritar por encima del otro, intentando transmitirle tus palabras, peticiones e incluso órdenes. Sigues adelante, destruyendo todo a tu paso, usando cosas bajas y viles, y obtienes lo mismo a cambio. No escuchas al otro. Y él tú. Y así se repite una, luego otra, una y otra vez. Y ahora el malentendido ya está a la vuelta de la esquina. ¿Por qué entender a alguien más? Esto ya no es importante para ti, no es necesario. Ya no quieres considerar al otro. Y él está contigo. Todo es mutuo... Entonces, el hielo del malentendido congela gradualmente partes de ti: la capacidad de respuesta desaparece, luego la gratitud, el respeto, luego la conciencia y luego muere la fe en las personas. Vas muriendo poco a poco, pieza a pieza. Y ya no estoy contento con la vida misma, porque no hay comprensión en ella. Y tu corazón se enfría. Gradualmente. Siempre es una lástima que la comprensión de todo esto llegue tarde, a veces demasiado tarde, cuando nada se puede restaurar, devolver, cambiar, corregir, no... ¡Cuántos “no”! Y el “no” más doloroso: cuando “no hay nadie” y “sin motivo”. Pero, de hecho, todo es muy sencillo: hay que escuchar a los demás. Escuche, escuche y siga lo que escuche. Aquí una ola choca contra las rocas inaccesibles, hace ruido con espuma tormentosa, retumba, silba. ¿Y la roca? Y mira con indiferencia a la bestia amenazadora desde arriba. Y así, año tras año, un monolito y una ola perdida conviven al lado de las piedras: algunas pierden gotas, otras pierden la integridad del bloque, y no tienen paz, y su vida es difícil. Y en las mañanas soleadas y en las tardes sombrías, en el viento y en la calma, todavía se rebelan y deberían calmarse, o tal vez ablandarse y ver las luces en una tímida proximidad. ©AnnaGalak