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¡Aftas! ¡Brrr! Una palabra desagradable y un sentimiento desagradable. Y el problema es tal que a veces ni siquiera apetece comentarlo con un médico, sobre todo cuando todo parece estar en óptimas condiciones en términos de higiene. Recientemente, mis amigas y yo nos reunimos en un café genial para charlar sobre nuestras cosas femeninas. Se fueron abriendo poco a poco. Y luego me sentí obligada a admitir que, aunque no me acuesto con mi marido, siento una incomodidad terrible después del sexo. La candidiasis no te permite vivir después. Pero el tratamiento prácticamente no ayuda, aunque la verdad es que tomé pastillas, me duché y todo eso... - Bueno, ¿cómo es la relación con tu marido? ¿Te gusta el cupcake con él? - Yo pregunté. - Sí, ¿cómo es cuando te atormenta la picazón? Cedo cuando me lo piden y tengo miedo de negarme. Ya sabes lo celoso que es. Sólo un poco, estoy caminando, @lad. Es mejor dárselo que escuchar todas estas tonterías. Para ser honesto, se han acumulado muchos agravios contra él. No hay más fuerzas. Y a veces sólo quiero envolverme en una manta, enterrarme en un libro y que el mundo entero se olvide de mí. Y dale todo al diablo…. No en vano dicen: "Es difícil casarse, por muy casado que estés". ¡Tomemos una copa, chicas! - ¡Esperen, beban! - Le dije a ella. Entiendes que la candidiasis posterior no es el resultado de una mala higiene, sino una consecuencia de la violencia o el autoabuso. Así es como reacciona tu subconsciente ante algo que hace que tu cuerpo se sienta mal. Debes aprender a rechazar a tu marido de vez en cuando. La situación descrita anteriormente es bastante común en parejas donde la mujer se entrega a su marido sin deseo. Esto no significa que no haya amor en la relación. Las razones pueden estar ocultas en una incompatibilidad psicológica o en un mar de otras razones. Por ejemplo, una mujer en una pareja puede sentirse inconscientemente como una persona de segunda clase, especialmente si su padre o el padre de su muda trataba a su madre como tal. una persona de segunda clase, y el niño ha observado este patrón de comportamiento desde la niñez. Recuerda frases estereotipadas como “Un pollo no es un pájaro, una mujer no es una persona”, “El trabajo de una mujer es estar en la cocina y dar a luz a los niños”, “Calla mujer, tu día es el 8 de marzo”. Por eso una mujer se esfuerza por complacer a un hombre, por ser buena para él, por demostrarle que tiene derecho a una vida normal. Y esto conlleva automáticamente la obligación de no rechazar la intimidad, aunque no se quiera. Otro ejemplo. La mujer no trabaja, su marido la apoya económicamente. Si el marido se marcha o encuentra una amante, la fuente de financiación puede desaparecer. Y si hay niños, el miedo al futuro se duplica. Por eso hay que aguantar, pagando con sensaciones desagradables más adelante. Cada mujer tiene su propia situación única, que hay que resolver, llegando a las razones. No existen reglas escritas según las cuales una mujer esté obligada a entregarse a su marido o pareja en una situación en la que ella no lo desea. No existen reglas contra el rechazo del sexo. ¡No existen reglas que prohíban respetar tus sentimientos! ¡Recuerda siempre esto! ¡Aprende a decir “no”!!